Surge de un estudio realizado por Facultad de Psicología de la UBA, que evaluó los cambios en la rutina y el impacto del encierro.
Sus hábitos cambiaron poco. Sus emociones sí se modificaron. Pero de forma más moderada respecto de lo que esperaban los expertos. Los adultos mayores de 60 años, a los que la edad convierte automáticamente en grupo de riesgo en medio de la pandemia de coronavirus, mantienen una rutina bastante similar a la previa a la cuarentena, y aunque reportan miedo, ansiedad y tristeza, los índices de esas emociones dan cuenta de que, según los expertos, están mejor preparados que otros grupos etarios para afrontar el aislamiento obligatorio.
«Esperábamos que los encuestados nos respondieran que su vida había cambiado de manera menos moderada y que las emociones que estuvieran sintiendo fueran más agudas, sobre todo el miedo y la angustia», explica Ricardo Iacub, titular de la cátedra Psicología de la Tercera Edad y Vejez de la Facultad de Psicología de la UBA y director de la investigación que entrevistó a 812 personas de más de 60 años de la Ciudad para conocer sus hábitos, sus preocupaciones y sus hallazgos durante la cuarentena.
Enseguida agrega Iacub: «Hay dos teorías muy generalizadas sobre por qué podrían responder mejor que otros grupos etarios a este escenario. Una es la experiencia adquirida a lo largo de la vida, que permite lidiar mejor con que lo que se desea no es lo que se tiene, y entonces engancharse menos con eso que no se tiene y disfrutar más de lo que hay disponible. La otra teoría tiene que ver con tener más encima la sensación de que la vida no es tan larga y que hay que disfrutar de lo que se tiene».
En rigor, según la encuesta, el 38,5% de los encuestados no siente miedo frente a la pandemia, mientras que el 51,2% asegura que siente poco miedo. Sólo el 10,2% siente mucho miedo, algo que aumenta entre los sectores de menor nivel de educación formal. Entre quienes sí dan cuenta de ese temor se destacan las mujeres por sobre los varones -más acostumbradas a hablar de sus emociones- y el grupo de entre 60 y 74 años por encima del de mayores de 75, tal vez más cercanos a esa sensación de que la vida no es tan larga que refiere Iacub.
La cuarentena desplegó también ansiedad: en los adultos mayores y en la población en general. En el caso de quienes tienen más de 60 años, la mayoría -el 59,1%– registra cambios moderados en sus nervios y preocupaciones cotidianas, mientras que el 28,1% asegura que no notó cambios y el 12,8% sostiene que su escenario cambió mucho. Como ocurre con el miedo, las mujeres, las personas de menores recursos educativos y los menores de 75 años sintieron más el impacto del aislamiento en sus nervios.
En cuanto a la tristeza, el 59,2% asegura atravesar «poco» esa emoción, mientras que el 32,7% sostiene que no la experimenta y el 8,1% respondió estar muy triste. En este caso, las respuestas fueron parejas entre varones y mujeres y entre mayores y menores de 75 años. Esa información se condice con que el 63% de los mayores de 75 años no se sienten nada más irritables que antes de la cuarentena, y, en promedio, más de la mitad de los mayores de 60 -el 54,4%- tampoco acusa recibo de mayor irritabilidad. Una herramienta clave para mantener el estado de ánimo de los adultos mayores, según ellos mismos refieren, fue el contacto con amigos, compañeros de trabajo y familiares a través de WhatsApp, Facebook o videollamadas en plataformas como Zoom. El 60% se siente muy conforme y acompañado por esos círculos más o menos íntimos.
La misma encuesta determina que los hábitos de esta población no se vieron tan modificados desde que se instaló el aislamiento social preventivo y obligatorio. El 53,9% asegura que no cambió su alimentación, y sólo el 7,6% sostiene haber hecho cambios significativos en ese aspecto, mientras que el 49,8% no sufrió cambios en sus horas de sueño y el 40,4% registró cambios pero leves. Los que más incrementaron el tiempo que le dedican a dormir son varones y también los menores de 75 años.
Los hábitos que sí cambiaron fueron los de higiene: seis de cada diez encuestados modificó significativamente las rutinas de limpieza personales y hogareñas, y esto se reflejó más en las mujeres, tradicionalmente más a cargo de las tareas de cuidado y de los trabajos que implica llevar adelante una casa. El 42% responde que pudo adaptar mucho su rutina a la cuarentena -mayormente las mujeres- y el 51% asegura que se reacomodó «bastante» a este nuevo escenario. Una forma de adaptarse fue aumentar la dosis de actividad física dentro de casa: el 52,4% recurrió a alguna rutina, especialmente las mujeres. En la población de menos nivel educativo, este hábito resultó menos incorporados.
«Varias investigaciones dan cuenta de que los adultos mayores tienen menos psicopatologías que otros grupos etarios. Menos trastornos obsesivo-compulsivos, menos histeria. Lo que sí padecen más que gente más joven es agorafobia, que es ese temor a salir de sus casas. Este escenario facilita el cumplimiento de esa fobia, por lo que la adaptación también puede tener que ver con eso en algunos casos», describe Iacub.
Una de las diferencias más grandes entre varones y mujeres mayores de 60 años es que ellas tienen más predisposición que ellos a salir para consultar al médico de cabecera -34% en el primer caso y 26% en el segundo- mientras que ellos tienen menos reparos en ir directamente a una guardia o automedicarse con analgésicos ante algún síntoma. Los que todavía trabajan son aún más propensos a recurrir a estos medicamentos sin indicación médica. Tal vez sea la exigencia de continuar con la productividad laboral en tiempos en los que la economía también es una preocupación. Entre los que sienten que ese escenario los preocupa mucho y un poco suman el 66%, y la proporción es mayor entre quienes no cumplieron los 75 años.
Aunque la adaptación haya sido buena y la experiencia haya permitido moderar las emociones, el 23,7% de los encuestados sostiene que la falta de contacto físico y la soledad son la principal dificultad de la cuarentena, y el 30% ubica en ese puesto al encierro. El 30,6% le teme a contagiarse de coronavirus o a que eso le ocurra a algún familiar, pero sólo el 5,3% le tiene miedo a la muerte en este contexto de aislamiento.
Ese mismo aislamiento, según las respuestas de la investigación, sirvió para que el 18,2% incorpore nuevas herramientas en su interacción con la tecnología, el 15% reforzara sus conocimientos de cocina, el 15% profundizara el desarrollo de su paciencia y tolerancia y el 6% aprendiera cómo resolver algunas tareas del hogar cuya realización desconocía. Eso sí: el 24,3% de los encuestados asegura que no aprendió nada nuevo.
«En muchas investigaciones sobre autocontrol psicológico se encontró que los mayores tienen mejores mecanismos evaluadores que el resto de la población, y que esto les permite una mejor regulación emocional. Nos encontramos con que, por un lado, los viejos tuvieron que ajustar su vida menos que el resto, y a la vez eso les hace tener claro que, si son cuidadosos, esto es alto que está pasando más afuera que adentro de sus casas, y eso combate la ansiedad», explica Iacub.
¿Y el cumplimiento de la cuarentena? Sólo el 4% de los que tienen entre 60 y 74 años no salió durante el aislamiento, y el 17% de los mayores de 75 también se mantuvo adentro de casa desde que se les indicó quedarse en casa. Los mayores de 75 reciben más ayuda para hacer compras pero igual salen a pagar impuestos. La mayoría de las salidas fueron a comprar -lo hizo el 70% de los encuestados-, en segundo lugar se ubicó ir al banco, y detrás de eso, fueron al médico.
Los varones se ocupan más de las compras y las mujeres son más propensas a cumplir con los controles médicos que estaban previstos. Y en el medio de todas esas obligaciones o necesidades básicas, tal vez se filtre una más: un poco de aire para volver a encarar esa nueva rutina que no se diferencia tanto de la anterior en muchos casos, que no los irrita tanto, que un poco los entristece, otro poco los pone nerviosos, pero todavía los deja dormir.